La exfigura de Everton, de 37 años, se sinceró en torno a su adicción al juego y habló sobre el proceso que vivió al ingresar al Programa de Salud Mental del Sifup. “Lo peor que me pudo haber pasado fue ganar. Porque ahí sentí que podía controlar el juego, que estaba por encima de la lógica y que podía ganarle siempre a la mesa”, expresó.
El recordado jugador de Everton, Maximiliano Cerato, entregó detalles en una reciente entrevista sobre su lucha contra la ludopatía, adicción que dio a conocer públicamente en el 2023.
La exfigura del cuadro viñamarino, de 37 años y actualmente sin club, se sinceró en una conversación con la revista del Sifup y reveló cómo ha enfrentado este problema.
“Durante mucho tiempo pensé que podía resolverlo solo, que era un tema mío y que no debía involucrar a nadie más”, manifestó el argentino nacionalizado chileno.
Asimismo, indicó que “sentía que no tenía salida, que lo mío no tenía solución. Pero en ese instante entendí que el primer paso era dejarme ayudar. Levantar la mano. Y me sorprendí al descubrir que sí había una salida, que podía volver a tener una vida mucho mejor que la que llevaba”.
Luego, recordó que esta adicción se remonta al año 2010, cuando fue a un casino en Viña del Mar y jugó Blackjack. “Lo peor que me pudo haber pasado fue ganar. Porque ahí sentí que podía controlar el juego, que estaba por encima de la lógica y que podía ganarle siempre a la mesa”, expresó.
“Ese pensamiento me acompañó mucho tiempo y terminó siendo el inicio de un problema más grande”, añadió.
A la vez, admitió que “al principio iba al casino como una diversión. Me parecía algo normal, una salida con amigos, una manera de pasar el tiempo (…) Cuando empecé a sentir que todo giraba en torno a eso. No estaba presente con mi familia, no pensaba en el fútbol, todo era la próxima apuesta”.
Respecto a su lucha, abordó el proceso que vivió con su ingreso al Programa de Salud Mental del Sifup. “Llamé a Gamadiel (García), me contestó y se puso a disposición inmediatamente, junto con Luis Marín, Alfonso Canales y Fernando Cordero, a quien tuve de compañero en Linares. Ellos no solo me acompañaron, también me apoyaron económicamente en un momento crítico”, dijo.
“Fue muy duro. Estaba ahí las 24 horas sin poder escapar. Las jornadas comenzaban a las siete de la mañana y terminaban a las 11 de la noche, con actividades y grupos todos los días de lunes a sábado. El primer mes no podía ver a nadie. Recién después empecé a recibir visitas cortas de mi familia los fines de semana”, reveló.
Por último, mencionó que “al principio tuve momentos en que quería irme, sobre todo en los primeros días, con sueños malos y emociones muy fuertes. Pero ahí estaban los profesionales para explicarme que todo eso era parte de la recuperación y que debía atravesarlo para salir adelante”.
